Recelosa vanguardia de poetas inexistentes. Me habitan, me sucumben, me soslayan... Recrean en mi conciencia retóricas cuestiones siempre recordadas en sus más ineludibles pensamientos. Manifiestan en mis manos la decadencia maldita de las horas deshabitadas, de los minutos inacabados, de los segundos desorbitados. Rasguñan con sus dedos fríos la marea de versos desentonados que nunca pudieron hilvanar, que quedaron deshechos como ovillos de lana vieja. Palabras desenvainadas, inalterables en las ansias frustradas de una hoja en blanco, de un libro sin páginas, de una canción sin melodía. Redes, enjambres de amotinadas relaciones pegoteadas con la miel de la inocencia, miles de peces en movimiento exhalando vida por sus branquias, soñando con el agua que se va secando entre sus escamas, esclavos de las circunstancias… Ruinas devastadas por la historia inacabada de una humanidad que intenta seguir viviendo, que sucumbe ante la pérfida ignorancia de sus propias manos que construyeron, piedra sobre piedra, esta infame manera de encarar el destino...
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