Ciento ochenta

Recitabas una y otra vez los bíblicos versos apoéticos del desvarío mientras clavabas una por una las ásperas astillas de la inconsciencia. Enmarañada memoria selectiva, callada sucumbe al revivir esas instantáneas realidades fantásticas, renegando de la hermosa sensación de haber sabido volar... Un eterno duelo entre el recuerdo y el olvido... la culpa y el desatino... Marcabas con tus dedos el ritmo desentonado del pecado, del soñador que anhela lo inalcanzable. El verde del desengaño tan real entre tus manos, tan cruel en tus palabras, tan lejano en el pasado...

1 comentario:

  1. P R E C I O S O en el sentido estricto de la palabra.

    Un placer.

    Exquisitos saludos Tridy.

    ResponderEliminar