Cuencas vacías

Qué mejor momento que aquel en el que pienso que todo es correcto, que hay poco por acomodar, que las hojas sólo caen porque ha llegado el otoño y no porque fueron arrancadas por un par de manos desquiciadas que sólo quieren destruir, que esperan el momento de morir para cruzarse sobre el pecho y convertirse en escudo contra la degradación.
Cuánto tendremos que esperar para que arribe la tormenta. Esa que quizás limpie toda la mierda de la ciudad, y se lleve de un soplido a toda la gente despiadada que lo único que busca es la degradación de los demás. Parecen satisfechos cuando caminan por la calle y patean a su paso la dignidad de los que duermen al costado. Sus pies están más sucios que los de quienes apenas tienen con qué vestirse. Pisan las calles y las cubren de indiferencia. Prefiero la tierra, el polvo, la basura…
Qué debemos gritar para que todos se vuelvan conscientes! Si supiera las palabras exactas, aquellas que pudieran despertar los empolvados humildes pensamientos, cómo las gritaría! Serían mi canto de todas las mañanas, las vociferaría como himno del mundo y podría convencerlos de lo enfermos que estamos, de lo pobres que somos cuando salimos a la calle en busca de sosiego y sólo encontramos manos cerradas, convertidas en puños que sólo buscan golpear, que sólo buscan…

Restos

Todo se ha convertido en nada. Un sol que se apaga. Ausencia de sentidos, escasez de motivos. Atrapada en un mundo sin caras, un mundo ciego, pongo vendas sobre mí en un intento por esconderme, perderme, convertirme en aire. Creí poder ocultarme de mí misma, de mi imagen y verdad. Quería escapar de esas miradas acusadoras, que nadie pudiera verme en la cara el reflejo del alma. Sólo así podría continuar…
Antiguas canciones, risas lanzadas al abundante aire, sonidos bruscos, gritos distantes, algo se cae y se rompe, el viento en las hojas, el motor de un auto, la respiración de la vida… Mi cabeza, de un lado a otro, se sacude bruscamente intentando captar esos sonidos, esas voces que claman mi presencia, que me piden que vuelva… Palabras que se confunden, se entremezclan y pierden sentido, ya no las escucho… La desesperación inunda mi cuerpo… poco entiendo lo que pasa a mi alrededor. Mis deseos de soledad se funden con el tiempo y muero, lentamente, en un intento por permanecer oculta

Senilidad

Cruzó el puente
más allá de todo espacio
y creyó caer por siempre
en las inquietantes cerradas
sendas de la mente

Pasó rozando su historia
se sentó en el aire
y arrancó de su memoria
raíces sepultadas en la tierra
semillas secas entre piedras
hojas que deshidratadas
le hacen juicio informal
al verde monumento
que es árbol y es vida

Sediento de tiempo
se hizo lluvia
prosiguió
su eterna caída
buscando en el aire
el origen del viento
de manos tibias a veces
de gélido hálito
en pálida estación

En las desgarradoras fauces
de la negra culminación
de observó creador de imposibles
se supo humano
se supo materia
y ahogado en profundidad
saciado de vida
en interna erosión
se fue haciendo polvo

Erosionada

Curtida por el viento
Sacudida piedra ignorante
Cubren su cuerpo
inhóspitos polvos de la historia
Ruge suspendida
presa inamovible del transcurso
Solitario trozo de mundo
recita ecos profundos
clama por la vuelta al origen
por ser de nuevo parte
dejar de ser trozo
volver a ser entraña