Las gotas caen silenciosas sobre mi cuerpo… Se estrellan sobre mi cabeza y por mi cara caminan en lento desliz; se fusionan con lágrimas tímidas, desgarradas partecitas de alma que se lanzan desde mis ojos hacia la nada, desligadas de mi voluntad, lágrimas en rebelión… Sé que tengo que refugiarme, buscar un techo que me libre de la tormenta amenazante. Pero en el momento en que intento huir dos manos se aferran con fuerza a mis tobillos y ya nada puedo hacer… Se vuelve imposible avanzar, sé que ya nunca podré escapar de esta presencia, de este recuerdo… Dulce y dolorosa condena: sentir la lluvia sobre mi cuerpo; sensación de libertad, de saber que nunca volveré a sentir sed… El cielo gris se apodera totalmente de mis pensamientos y el resto se hace efímero; lo que queda de mí desaparece entre las nubes que me cubren, en algún callejón de la ciudad, entre las miles de hojas arrastradas por el viento de una lluvia en primavera…
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