Enternecida. Sólo en aquel fugaz bello momento. Los árboles se quitan su vestido y alfombran los adoquines revolucionarios sobre los que alguna vez he escrito... A sus pies dejan dorados collares, se despojan de su efimera riqueza y se sonríen cuando busco un refugio bajo sus brazos desnudos. Adormecida. Me sumerjo... hojas secas, crujientes despojos de savia, retazos de una vida que se esfuma con el viento. El naranja del cielo me canta al oído, me susurra una melodía silenciosa, fugaz y eterna...