Cuencas vacías

Qué mejor momento que aquel en el que pienso que todo es correcto, que hay poco por acomodar, que las hojas sólo caen porque ha llegado el otoño y no porque fueron arrancadas por un par de manos desquiciadas que sólo quieren destruir, que esperan el momento de morir para cruzarse sobre el pecho y convertirse en escudo contra la degradación.
Cuánto tendremos que esperar para que arribe la tormenta. Esa que quizás limpie toda la mierda de la ciudad, y se lleve de un soplido a toda la gente despiadada que lo único que busca es la degradación de los demás. Parecen satisfechos cuando caminan por la calle y patean a su paso la dignidad de los que duermen al costado. Sus pies están más sucios que los de quienes apenas tienen con qué vestirse. Pisan las calles y las cubren de indiferencia. Prefiero la tierra, el polvo, la basura…
Qué debemos gritar para que todos se vuelvan conscientes! Si supiera las palabras exactas, aquellas que pudieran despertar los empolvados humildes pensamientos, cómo las gritaría! Serían mi canto de todas las mañanas, las vociferaría como himno del mundo y podría convencerlos de lo enfermos que estamos, de lo pobres que somos cuando salimos a la calle en busca de sosiego y sólo encontramos manos cerradas, convertidas en puños que sólo buscan golpear, que sólo buscan…